El finado descansaba en su última morada.
Los vecinos, los curiosos, los amigos y enemigos, se acercaban,
murmuraban, inventaban y contaban
lo que en vida había sido el que con nosotros ya no estaba.
La vida seguía, pero el tiempo se estancaba
para el que se adelantó en llegar a la última parada
de la vida que es la muerte;
la segunda parte de la historia de cada uno de nosotros,
de todos los que vinimos a pasar por un rato
por el escaparate del tiempo y del espacio,
por los estantes de los días que se fueron y que ya no volverán.
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