Se encabronan los días cuando más agudiza tu ausencia,
se atribulan las horas en las que ya no estás,
me condena a muerte cada minuto que agencia
la inefable arribada de esta acerba soledad.
El teléfono no suena y recrudece la pena
de este corazón que está próximo a sucumbir
sufriendo el agravio de este amor que gangrena
y no existe novena que lo salve de morir.
Se agrava el desamparo, se aturde la razón,
colapsan los sentidos, se acompleja la ilusión.
Ya claudica el optimismo cada vez con menos fe
de que vuelvas a mentirme: "nunca más te dejaré".
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